martes, 18 de enero de 2011

EL POEMA DE ALBERTO



A través de este sencillo poema (representado por un grupo de estudiantes de nuestro Instituto Bíblico y Ministerial El Shaddai) descubre cómo este personaje halló la verdad del único Salvador. ¿Puédes identificar quiénes se le acercaron?

Esta es la historia de un joven llamado Alberto
Quien por su sed espiritual a todo estaba abierto
Buscaba siempre llenar el vacío de su corazón
Sin encontrar una real explicación.

Un día a su puerta llegó un vecino
Diciendo ser de Dios un testigo
Le dijo que unirse a su grupo
Le daría sin duda al Reino un cupo,
Que podía vivir según él quisiera
Lo importante es que a su religión perteneciera.
Le dijo al confundido Alberto que la verdad se halla
En esta revistilla llamada Atalaya.
Una respuesta ahora no tienes que darme
Pero si quieres cada semana vendré a visitarte
Porque de los testigos un estudio quiero darte.
Todas sus palabras Alberto escuchó con atención,
Pero ninguna de ellas llenó realmente su corazón.

Uno a uno los días así fueron pasando
Y Alberto la verdad seguía buscando.

Un día en el bus Alberto viajaba
Mientras una dama al lado se sentaba.
Entre cuadra y cuadra él observaba
Que con larga falda y cara lavada, 
en sus manos un libro llevaba.
Sin vacilar inquieto comenzó a preguntar
Pensando que ella le podría contestar:
¿Qué lees con tanta concentración?
Le preguntó con mucha emoción.
Ella respondió: Con gusto tu duda quiero aclarar,
Esta es la Biblia y la verdad te puedo revelar.
Alberto contento comenzó a preguntar:
- ¿Cuál es el Dios verdadero a quién debo adorar?
- Amigo -ella respondió- no te dejes engañar,
Sólo Jesús, Sólo a Jesús, debes adorar.
Muy extrañado Alberto quedó
y de inmediato le respondió:
- No entiendo mujer a la verdad
He escuchado que Tres forman la Trinidad.
Ella ofuscada enseguida contestó
y su semblante de pronto cambió:
- Son falsas doctrinas ya lo sabrás.
Estando en mi iglesia lo comprobarás.
Todas sus palabras Alberto escuchó con atención
Pero ninguna de ellas llenó su corazón.

Uno a uno los días así fueron pasando
Y Alberto la verdad seguía buscando.

Un día en la tele Alberto observaba
A un orador que con gran voz anunciaba:
Yo soy el Ungido, enviado del Padre
El Hombre hecho Dios que puede salvarte.
No creas mi amigo en los santurrones
Que prohíben así tomarte unos rones.
¿Por qué en orar y ayunar tanto insistes
Si el diablo ni infierno tampoco existen?.
Creciendo en gracia no te perderás,
Y en nuestra iglesia siempre salvo serás,
Vente pa´acá hay un Centro cerquita,
y enseguida te ponemos una marquita.
Todas sus palabras Alberto escuchó con atención
Pero ninguna de ellas llenó su corazón.

Uno a uno los días así fueron pasando
Y Alberto la verdad seguía buscando.

Un día en la ciudad muy cerca del bingo
Se le acercó un muchacho con cara de gringo.
Con pantalón oscuro y camisa blanca
Y una mochila cargaba a su espalda.
Aunque por otro nombre se le conocía,
El se proclamaba un santo del último día
Entre muchas incoherencias que le decía
De un tal Smith contó su profecía.
Todas sus palabras Alberto escuchó con atención
Pero ninguna de ellas llenó su corazón.

Uno a uno los días así fueron pasando
Y Alberto la verdad seguía buscando.

Un día en el parque Alberto comenzó a reflexionar
cómo en su deseo de búsqueda espiritual,
llegó a consultar incluso bolas de cristal.
Triste y cansado de tanto buscar
el vacío de su corazón de esta forma quería llenar.
Se acordaba de cómo leía el horóscopo del periódico
Y hasta un día hasta consultó al indio amazónico.
Nada podía llenarlo por más que quería
Mientras que a lo lejos alguién le veía.

Era un amigo de Alberto que predicaba
y aquel hermoso día en el parque estaba.
Y sin más demora a Alberto abordaba:
Alberto, amigo mío, qué bueno saludarte,
Si quieres a tu lado yo puedo sentarme.
- Oh Miguel, qué bueno encontrarte,
Seguro tú sí puedes ayudarme.
- Alberto, mi amigo, ¿por qué estás llorando?
Vamos, dime, ¿qué te está pasado?
- Miguel, Miguel, no sé como explicarte mi pensamiento
Aunque tengo todo en la vida muy vacío me siento.
De todos los placeres he disfrutado 
y nada, completamente me ha llenado.
- Querido Alberto, sé lo que te está pasando
en ese camino yo también estaba andando.
Un día descubrí que para mi amargura
Sólo Dios y su Palabra tienen la cura,
se llama el pecado el que tu alma destruye
deja que Dios con su amor te ayude.
Dios envío a Jesús a la cruz a salvarte
y así su preciosa salvación quiso entregarte
Si hoy lo recibes en tu corazón
lloverá desde el cielo para ti bendición.
Todas sus palabras Alberto escuchó con atención
Y de mucha paz llenaron su corazón.
Sin más palabras Alberto aceptó
aquél perdón que Dios le ofreció
Y las tristezas de su alma se alejaron
mientras que las lágrimas de sus ojos brotaron.

Uno a uno los días así fueron pasando
Y Alberto de la verdad se seguía llenando.
Cada día oraba y su Biblia leía
y a la Iglesia el Shaddai siempre asistía.
Después de creer él se bautizó,
y al Instituto Bíblico, él asistió.
Así fue creciendo en su fe cada día,
y el Señor más y más le daba sabiduría.

Alberto hoy en día a todos predica
y a conocer al Señor Jesucristo a todos invita.

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