Esta mañana recordaba el acontecimiento reciente, en el cual un lujoso crucero europeo, con todo el lujo, la diversión y comodidad que generalmente caracteriza a esta clase de embarcaciones sufrió un penoso accidente al naufragar muy cerca de la costa. A pesar de la pericia del capitán y toda la tripulación, nada pudo evitar que aquella gigantesca nave encallara, estrellándose contra la tierra.
Esto me hizo pensar acerca de lo que dice la Palabra de Dios:
"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" - Efesios 2:1-2
Este barco es una gran ilustración de la condición del mundo sin Dios: Como un barco lleno de gente que vive su vida sólo en el disfrute de placeres, satisfaciendo sus deseos carnales, olvidando a su Creador, embarcados en una sociedad sin Cristo cuyo fin inevitable es la destrucción eterna. Al igual que esta nave, el mundo del incrédulo es arrastrado por las olas impetuosas, movidos sin dirección fija por las corrientes del pecado.
Es hora de saltar del barco del pecado y lanzarse a los brazos de Cristo, nuestro fiel Capitán. Sólo Él nos llevará a puerto seguro.
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