“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Revelación 1:5,6
De todas las promesas de Dios, una de las que más me impresiona y llena de alegría es esta: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” 1 Pedro 2:9. Los creyentes cristianos somos vistos por Dios como sacerdotes y reyes. Pero, ¿por qué?. Quiero responder a este interrogante regresando al Antiguo Testamento, en el cual habían sacerdotes escogidos por Dios para realizar ciertas funciones: una de ellas y la más importante era ofrecer sacrificios por los pecados. La Biblia dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” (Hebreos 13:15). De modo que el hecho de poder entrar en la presencia de Dios, cosa que sólo podía hacer el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento, una vez al año para ofrecer sacrificios por sí mismo y por el pueblo, es un gran privilegio. Pues nosotros, los cristianos, ya no necesitamos más sacrificios, ya que la sangre del Cordero de Dios, Jesucristo, nos limpia de todo pecado. Es impresionante el papel de los creyentes en el Nuevo Testamento. No hay barreras entre nosotros y Dios, nuestra oración sube como “olor fragante” en la presencia de Dios (Apocalipsis 8:3). De modo que ya no hay intermediarios entre nosotros y Dios, sino que el único mediador entre la Humanidad y el Padre es Jesucristo, el Hijo de Dios (1 Timoteo 2:5). ¡Somos reyes y sacerdotes delante de Dios nuestro Padre! Recuerda la promesa que el Creador nos dio en el libro de Éxodo:
“Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” Éxodo 19:6
¡Dios te bendiga!
Por Sixyel Castañeda
No hay comentarios:
Publicar un comentario