Esta mañana recordaba la noticia reciente acerca de una mujer en China, quien llevaba cerca de 30 años con un termómetro que por accidente llegó a alojarse en uno de su pulmones. Y recordé cómo espiritualmente podemos llegar a ser como ese pequeño termómetro dentro del cuerpo de Cristo.
Esto me puso a pensar en lo que dice la Palabra de Dios:
"no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." - 2 Corintios 4:18
¿Por qué me refiero a ser un creyente termómetro?. Recordemos que la única función que tiene el termómetro es la señalar la temperatura; cuando hace calor, este instrumento registra que efectivamente hace calor y de igual modo cuando la temperatura baja, él solo se limita a decirlo.
Muchas veces, como creyentes en el cuerpo de Cristo, es decir, su Iglesia, solo nos limitamos a decir lo que sucede; si hay problemas, decimos: "Qué mal está la situación" sin tomarnos el trabajo o tener la iniciativa de hacer algo para ayudar o cambiar las circunstancias. Permanecemos inmóviles sin tomar parte, sin hacer nada a favor de la causa del Señor, convirtiéndonos en instrumentos inútiles dentro de la Iglesia.
Además, otra característica que observamos en el termómetro es que su "subir o bajar" está determinado por las condiciones externas. Ponte a pensar, ¿Cuántas veces tu entusiasmo y alegría cristiana ha estado determinado por las circunstancias? Si todo va bien, estás feliz, o si las cosas no salen cómo pensamos, entonces entristecemos. Recordemos que nuestro gozo viene del Señor.
Renovemos nuestra mentalidad, si vemos que algo anda mal, no nos limitemos a tomar la actitud pasiva de la crítica y de lo que es peor, el chisme, sino que en oración, amor y obediencia, volvámonos colaboradores en la preciosa obra de nuestro Señor.
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