Nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo, el cual mora en nuestras vidas desde que aceptamos a Jesucristo.
El Espíritu Santo es Dios mismo, es nuestro consolador y guía, quien cada día nos ayuda a seguir en el camino de Dios, así mismo es quien nos ayuda y esfuerza a vivir en santidad apartando cada día nuestra vida del pecado.
Si mantenemos una vida llena de pecado, y nuestro cuerpo lo contaminamos con los deleites de la carne como lo son la fornicación y otras cosas abominables al Señor, el Espíritu Santo de Dios no habitará en nosotros y no podremos vivir en santidad; nosotros como hijos de Dios y como miembros del cuerpo de Cristo que somos, mantengámonos puros, limpios para Dios y lejos de todo mal.
- 1 Corintios 3: 16
- 1 Corintios 6: 19
- Efesios 2: 20-22
- 1 Pedro 2: 5
- 1 Tesalonicenses 5:22
- 1 Tesalonicenses 4: 3
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