(Mateo 22:37) Amar a Dios no es sólo decirlo con palabras, sino demostrarlo con hechos cada día de nuestras vidas, Dios nos amó tanto que no escatimó nada y entregó a su Hijo, el cual a través de su sacrificio de su sangre derramada en la cruz rasgara el velo que nos separaba de Dios por el pecado. Jesucristo, a través de su sangre, limpió nuestras vidas de todo pecado y por esto, hoy podemos tener una comunión con Dios.
Sabemos que la comunión con Dios es tener una amistad, dialogar, compartir nuestra vida con Dios, pero para poder llegar ante Su presencia debemos limpiarnos de todo pecado y mantener cada día una vida en santidad. Dios no puede mantener una comunión íntima con aquellos que viven en pecado, sólo con los que se han limpiado de todo pecado y viven cada día una vida en santidad. Lejos del pecado, del mal.
Juan 3:16
Hebreos 9: 11-14
Hebreos 10: 10-20
Santiago 4: 8
Levítico. 21: 18-24
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