domingo, 5 de febrero de 2012

ÁBRELE LA PUERTA DE TU CORAZON A JESÚS

                                                         Ayer Dios me habló por medio de un hermano en Apocalipsis 3:20 “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta entrare a él y cenaré con él y él conmigo”. Y ahí supe cómo Jesús entra a mi vida y la cambia, y la ilustración que me vino en la mañana fue así:
 
Jesús estaba tocando la puerta de mi corazón y me dice: “Quiero pasar” y yo gustosa le abro la puerta y lo dejo pasar. Comienzo a disfrutar de su compañía, me va enseñando y mostrando su personalidad “mientras más conocemos a Dios, más nos enamoramos de Él”. Y  comenzamos a caminar y Él me va cambiando todo de lugar colocando todo lo que a Él le gusta, y yo acepto. Mi pensamiento es: “mostrarle la parte buena de mí”. Cuando seguimos caminando nos acercamos a una parte donde había un cofre, era muy lindo por fuera que yo cuidaba celosamente y pesaba que sólo me pertenecía y que nadie podía tocar. Con voz dulce me decía: “Entrégame el cofre, no me gusta lo que hay allí” Yo le decía: “¿Por qué no seguimos avanzando?”. Y Él me decía: “No puedo”. Y con una voz muy agradable me repetía lo mismo: “Lo que está allí es lo que te hace falta que me entregues, eso te está haciendo daño, y ¿qué cuidas celosamente que no dejas que yo me acerque?, yo conozco lo que hay allí, pero si tú no me lo entregas, no puedo hacer nada, yo soy todo un caballero, no quiero verte estancada, quiero seguir caminando contigo.

Me dio vergüenza porque cuando le abrí la puerta de mi corazón le dije que Él  iba a tener control sobre mí y que lo iba a entregar todo y no lo estaba haciendo.

Comencé a analizar lo que había en ese cofre que era: el resentimiento, la culpa, la envidia, la ira,  el egoísmo, el `yo´, la vanagloria de la vida. Todo aquello que me alejaba de Dios y entendí que tenía que rendirlo todo por Él y que Él iba a cambiarlo todo. Me arrodillé y le dije: “Señor, te entrego el cofre y me rindo a ti, cambia mi vida quiero seguir caminando contigo, agárrame de tu mano y no me sueltes nunca, te lo pido”.

Él, dulcemente, me dijo: “Yo estoy todos los días contigo, nunca te dejo si tú no te apartas, pero mi misericordia siempre esta ahí” Arrojo el cofre fuera, y muy dulcemente me dijo: “Quiero seguir caminando porque largo camino nos resta”.
 
¿Será que estamos dispuestos a rendirlo todo, a pagar el precio? No podemos dar más que Dios pero si estamos dispuestos a dar a Dios todo sin mirar el costo, Él ungirá nuestras vidas y nos guiara a hacer grandes obras para Él a través del poder de su Espíritu Santo, cualquier cosa que renuncies y entregues a Él, Él te lo devolverá a través de la Unción y la comunión con Él, porque lejos de Él nada podemos hacer.

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