Esta mañana recordaba lo divertido que fue ir de paseo este fin de semana. Visitar lugares diferentes es una sensación maravillosa, ver cosas nuevas, disfrutar de los paisajes. Pero, luego de un tiempo, por más espléndido que sea el lugar, siempre existe el deseo natural de volver a casa.
Esto me puso a pensar en la vida de nosotros los creyentes:
"Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.
Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
Que habitar en las moradas de maldad." Salmo 84:10
El verdadero creyente en Cristo no puede sentirse cómodo ni pleno fuera de la voluntad de Dios. Vivir en el pecado es algo que va en contra de la naturaleza de aquella persona que ha nacido de nuevo. El hábitat natural del creyente se encuentra en la presencia de Dios, su deleite está en hacer la voluntad del Padre Celestial. Allí es donde se siente seguro y feliz.
Si nos hemos alejado de Su Presencia, es hora de volver nuevamente a nuestro hogar.
¡No hay nada como estar en casa, con nuestro Padre que nos ama tanto!
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