Esta mañana iba de camino a mi trabajo, en mi paseo por la ciudad me detuve a observar las delgadas líneas en el asfalto, algunas veces continuas y otras veces entrecortadas y aquellas que estaban a lado y lado de la vía, cerca al final de cada extremo del camino. Recordé que una vez transité por un área de mi misma ciudad que no estaba delimitada por ninguna señal pintada en el piso y me acordé lo fácil que fue acercarme al borde de la carretera casi sin darme cuenta, pues era de noche y casi no podía percibir los límites.
Esto me hizo meditar acerca de los mandamientos de Dios. La Biblia dice:
"Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas." Josué 1:7
Así como en la vía, en la vida necesitamos esas líneas, esas señales que nos muestran hasta dónde debemos llegar sin sufrir accidentes. Los límites que coloca Dios no están puestos por capricho o para quitarnos la libertad; por el contrario, su finalidad es ayudarnos a que transitemos por la vía de la vida sin temor, con la seguridad de que podremos llegar a la meta de la vida eterna sin salirnos del camino. Los mandamientos de Dios están puestos allí para nosotros por amor, para dirigir nuestros pasos de forma segura hacia Él.
¿Estás guardando los límites?
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