Por Sixyel Castañeda
Seguramente alguna vez hemos escuchado la expresión: “las palabras tienen poder”, confieso que hasta yo he sido reacio a creer en esta frase al no encontrarse de forma explícita en la Biblia. No obstante, me he dado cuenta que maldecir y bendecir son dos cosas que podemos hacer a diario y que tienen un poder increíble en nuestras vidas y en las personas que nos rodean, es por esto que mi disertación en esta ocasión tiene que ver con estas dos palabras que seguramente hemos escuchado en alguna ocasión, pero que muchas veces desconocemos su significado e importancia en nuestras vidas, pero que a continuación con la ayuda de Dios te explicaré. Estas son las definiciones que da la Real Academia de la Lengua Española respecto a estos dos términos. Veamos cuáles son:
Bendecir: Invocar en favor de alguien o de algo la bendición divina.
Maldecir: Echar maldiciones contra alguien o algo.
Mas esto es lo dicho por el Señor Jesús tocante a este tema:
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Mateo 5:43-45
Y continúa Dios hablando, esta vez a través del apóstol Santiago:
“Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” Santiago 3:9,10
Observemos además cómo bendijo Isaac a Jacob:
“Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos; y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham.” Génesis 28:3,4
Quiero decirte amigo que estás leyendo este mensaje, para concluir, que todo lo que le dijo Isaac a su hijo Jacob se cumplió al pie de la letra, demostrando Dios con esto que nuestras palabras (sí, nuestras palabras tienen poder) y que todo lo que digamos puede redundar en nuestro bien o en nuestro mal, así como para las personas que tenemos en nuestro derredor. Por lo cual te aconsejo que si eres hijo, bendice a tu madre; si eres padre o madre bendice a tus hijos, que bendigas a tus enemigos y ores por los que te maltratan y calumnian para que Dios sea misericordioso con ellos; en fin, que bendigas a todo el mundo. Al fin y al cabo:
Dios será misericordioso para con los que son misericordiosos (Mateo 5:7).
¡Dios te bendiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario