Esta mañana me acordaba de algo que presencié en la calle en días recientes. Vi cómo un auto a toda velocidad pasó sin vacilar una calle cuando el semáforo estaba en rojo. Sorteando los vehículos a su paso el imprudente conductor siguió su caminó sin detenerse.
Esto me puso a pensar en lo que dice la Palabra de Dios:
"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará." Gálatas 6:7
Aquel conductor insolente tal vez piensa que siempre contará con suerte de no sufrir accidente, pero está jugando con su propia vida.
En el campo espiritual muchos también juegan este peligroso juego. Ignorando las advertencias divinas, los que practican el pecado se burlan de Dios porque no ven el castigo inmediato a sus faltas. Pero Dios no puede ser burlado y tarde o temprano la maldad alcanzará a aquellos que rehusan hacer Su voluntad.
¡Cada uno recibirá la recompensa por sus actos, sean buenos o malos!
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